Edvi (2 Posts hasta ahora) | | INTRODUCCION
Esta es una declaración conjunta de evangélicos protestantes y católicos romanos con
convicciones a las que llegamos en América del Norte a través de la oración, el estudio
y la discusión sobre la fe y la misión cristianas. No hablamos oficialmente de parte de
nuestras comunidades sino desde y hacia ellas, creyendo que lo que hemos descubierto
y resuelto es pertinente también a evangélicos y católicos en otras partes del mundo.
Si conforme a la misericordia y a los caminos misteriosos de Dios, El se demora en su
Segunda Venida, entraremos en un Tercer Milenio que podría ser, según Juan Pablo II,
"una primavera de misiones mundiales" (Redemptoris Missio).
Somos conscientes de que, así como Cristo es uno, la misión cristiana es una. Esta da
lugar a la legítima diversidad, que no debe confundirse con las divisiones entre cristianos,
que oscurecen al solo Cristo y obstaculizan a la misión, por lo que, como evangelicos y
católicos, confesamos nuestros pecados contra la unidad que Cristo tiene prevista para
todos sus discípulos (Juan 17:21).
Reconocemos que, a pesar de atender en esta declaración específicamente a problemas
y oportunidades en el relacionamiento entre católicos y evangélicos, todos los cristianos
están incluidos en la oración "Que sean todos unos", incluyendo notabementelos ortodox-
os del este y protestantes no evangélicos.
Hay aproximadamente 1,7 billones de cristianos en el mundo, alrededor de un billón son
católicos y más de 300 millones protestantes evangélicos. Oramos y creemos que la
expansión misionera más grande de la historia cristiana, de este siglo, ha preparado el
camino para un esfuerzo misionero aun mayor en el primer siglo del 3er Milenio.
En muchas partes del mundo - en forma alarmante en América Latina, también en Europa
Oriental y a menudo en nuestro propio país - la relación entre las dos comunidades que
son más activas en evangelismo y crecen más rapídamente se ve marcada más por el
conflicto que por la cooperación, por la animosidad que por el amor, por la desconfianza
que por la confianza y por la propaganda e ignorancia que por el respeto a la verdad.
Al habler de la relación entre aquellos que constituyen el filo cortante de la expansión
misionera (católicos y evangélicos), esperamos ser de ayuda también a ortodoxos,
evangélicos y católicos de Europa Oriental, pues vemos que en muchos lugares del
mundo, el escándalo del conflicto entre los cristianos oscurece el escándalo de la cruz.
Como en todas las épocas de la historia, la misión cristiana avanza contra una oposición
formidable: en algunas culturas resurgen espiritualidades explícitamente hostiles a los
reclamos de Cristo; Islam preocupa a quienes velan por la libertad religiosa y la misión
cristiana, por lo que debe animarse el diálogo respetuosa entre musulmanes y cristianos,
con la esperanza de que como ha dicho Juan Pablo II "abran la puerta a Cristo".
Por otra parte la secularización en las sociedades así llamadas desarrolladas, desciende
al punto de negar hasta el mismo concepto de la verdad.
Entramos al S. XI sin ilusiones y reconociendo, con Pablo y los primitivos cristianos, que
no estamos luchando contra carne y sangre (Efesios 6:12), no nos atrevemos, por con-
flictos innecesarios y carencia de amor entre nosotros, apoyar a los enemigos de la
causa de Cristo. Siendo que el amor de Cristo nos constriñe, estamos resueltos a evitar
tal conflicto entre nuestras comunidades y, donde existe, a procurar reducirlo y eliminarlo.
Además estamos llamados y por lo tanto resueltos a explorar modelos de trabajar y test-
ificar juntos para avanzar la misión de Cristo. No nos anima un simple deseo de armonia.
Rechazamos cualquier apariencia de armonía que haya sido adquirido al precio de la
verdad.
Nuestra resolución se hace imperiosa para obedecer a la verdad de Dios revelada en las
Sagradas Escrituras y confiar en la promesa de la guía del Espíritu Santo hasta que
nuestro Señor vuelva en la gloria.
I. JUNTOS AFIRMAMOS
(Hechos 4:12). Los cristianos son un pueblo que proclama hoy lo que un día será recon-
ocido por todos: que Jesucristo es el Señor (Fil. 2:11).
Juntos afirmamos que somos justificados por gracia solamente por medio de la fe,
gracias a Cristo. La fe viva es activa en el amor que es nada menos que el amor de
Cristo, pues con Pablo decimos que hemos sido crucificados con Cristo, que no ya yo
vivo, sino Cristo vive en mi; y la vida que vivo ahora en la carne la vivo por fe en el Hijo
de Dios, quien me amó y se entregó por mí (Gálatas 2:20)
Todos los que aceptan a Cristo como Señor y Salvador son hermanos y hermanas en
Cristo - evangélicos y católicos lo son - no nos escogimos como hermanos así como no
escogimos a Cristo sino que él nos escogió para ser suyos juntos (Juan 15).
Por imperfecta que sea nuestra comunión, por profundos nuestros desacuerdos, recon-
ocemos que existe una sola iglesia de Cristo, porque hay un solo Cristo y la iglesia es
su cuerpo, y por difícil el camino, que somos llamados a una realización más plena de
nuestra unidad. La única unidad que queremos expresar es la unidad en la verdad, que
es (Efesios 4:4).
Juntos afirmamos que los cristianos deben enseñar y vivir en obediencia a las Escrituras,
divinamente inspiradas, Palabra infalible de Dios. Juntos afirmamos también que Cristo
ha prometido el don del Espiritu Santo a su iglesia para llevarnos a toda verdad, para
discernir y declarar la enseñanza de las Escrituras (Juan 16:13). Reconocemos que el
Espíritu Santo así ha hecho en el pasado, por ejemplo en la formación del cánon de las
Escrituras, en las respuestas de las grandes controversias cristológicas y trinitarias de
los primeros siglos, en la formulación del Credo de los Apóstoles, que juntos afirmamos
como un enunciado correcto de verdad escritural:
Creo en Dios, el Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor. El fue concebido por el poder del
Espíritu Santo y nació de la virgen María. Sufrió bajo Poncio Pilato, fue crucificado,
muerto y enterrado. Descendió al infierno y está sentado a la diestra del Padre:
vendrá otra vez para juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón
de los pecados, la resurrección del cuerpo y la vida eterna. Amén.
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